[NARRA ALICIA]
Los ojos me pesaban
bastante, casi no podía abrirlos. Aun así, con un gran esfuerzo los abrí poco a
poco, hasta ver el brillante techo blanco del hospital.
Si, sabía que estaba en el
hospital y no porque me acordase del accidente, si no más bien porque pasé
tantos años encerrada allí, que reconocía todas sus instalaciones.
Un médico que estaba en la
habitación se acercó a comprobar como me encontraba.
-
¿Qué tal? –
preguntó mirándome fijamente.
-
Me duele todo
el cuerpo…
-
Normal, tienes
unos huesos rotos, dos costillas y te diste un buen golpe en la cabeza.
Resoplé e hice un
movimiento brusco sin darme cuenta, provocando que el cuerpo me doliese aun
más.
-
¡Joder!
Me quedé quieta en la
cama, maldiciéndome a mi misma. Miré a mi lado y encontré una ventana, por
desgracia con la persiana bajada.
-
¿Han venido a
verme? – pregunté.
-
Si, y aun
siguen.
-
¿Pueden
entrar? Necesito verlos.
Miré con tristeza al
doctor, consiguiendo que al final dejase que entrase una persona. Algo es algo.
Cuando salió, cerré los
ojos y recordé la llamada de Mikel y la caída de la moto. Fui muy torpe, tanto
por coger el móvil y perder el control de aquella manera.
-
Hola…
Me quedé sin habla. De
todas las personas que conozco, entró con el que menos ganas tenia de hablar…
¿O era al revés?
Al ver que no contestaba
se acercó más hasta sentarse en una silla que tenía al lado. Notaba su mirada
fija en mí, y eso me intimidaba.
-
Alicia,
¿Cuándo piensas contestar?
Abrí los ojos y le miré.
Parecía muy preocupado, y pude notar como irradiaba tristeza. Se sentía
culpable, lo pudo deducir.
Me dio mucha pena, estaba
empezando a compadecerme y eso no podía ser. Al menos por ahora.
-
Hola –
contesté sin más, sin apartar la mirada de sus ojos.
Se paso la lengua por los
labios sin saber que hacer ni decir. Siempre lo hacía.
-
¿Te duele
mucho? – se señaló las costillas.
Miré de la manera que pude
mi cuerpo. Estaba vendada entera.
-
Si, bastante.
Sobre todo al moverme.
Suspiré. La situación era
incomoda para ambos.
-
Oye… que lo
siento mucho – dijo con una triste sonrisa en los labios.
-
¿Lo qué
sientes? ¿El puto daño que me has hecho? ¿Hacer que me volviese media loca?
¿Qué haya caído de la moto? ¿Qué casi me mate? ¿Qué…?
-
¡Vale, vale!
Soy un gilipollas y un cabrón. Y de verdad, siento todo lo que hice, mira, yo…
Se mordió el labio,
pensativo. Miraba al suelo y parecía muy avergonzado.
-
¿Tú que? No
tengo todo el día.
Me cabreaba, mi voz
temblaba a causa de los asquerosos nervios. Pero me mantuve firme.
-
¡Mikel! ¡Sal
de las nubes! ¡¿Qué pasa?!
-
Te quiero.
Me quedé con la boca media
abierta. Esta vez me miraba a los ojos con mucha seriedad.
Después de dos años esto
no podía ser real, quizás un sueño, o una simple broma.
-
Mikel… ¿va en
serio?
-
Si. Llevo
meses enamorado pero… no quería darme cuenta. Y tonto de mi, lo vi todo claro
cuando tuviste el accidente.
Cerré los ojos muy
frustrada. Notaba su mirada, como analizaba cada movimiento o gesto que llevaba
a cabo.
-
Necesito
pensar – dije finalmente.
-
Tranquila, te
doy todo el tiempo que necesites.
-
Puedes… ¿irte?
Sonrió. Se levantó de la
silla y antes de irse se me acercó para darme un beso dulce y cálido en la
mejilla.
Al irse, resoplé con
amargura y me acomodé en el duro colchón de la cama. Sentí un agudo pinchazo en
el costado.
-
Joder… -
murmuré enfadada.
Necesitaba tranquilidad.
Un poco de relajación no hace daño a nadie, y menos a mi, en el estado que
estoy. Pero claro, siempre hay personas que destruyen la armonía que se crea…
-
¡¡Quiero ver a
Alicia!! ¡Lo exijo, coño ya!
Empecé a reír como una
posesa. ¡Wendy, esa es Wendy! Me carcajeaba de tal manera que lo único que
hacía era hacerme daño en las costillas.
Pero me daba igual, necesitaba
unas risas como esas. Al parecer, se me escuchó desde fuera, ya que callaron al
instante.
-
¡Weeeendy! –
grité con un poco de trabajo.
-
¡Aliiiii!
Reí mucho más. Esta chica
está medio loca. Aun así la quiero mucho, aunque la cague a veces, como uno que
me sé.
La enfermera entró de mala
gana y me miró mal. Arqueé una ceja. No me daban miedo estas personas, ya
estaba acostumbrada a tratar con ellos.
-
¿Algún
problema? – pregunté burlona.
-
Si, que debes
descansar en vez de dar gritos.
-
Ya he
descansado bastante. Quiero moverme.
-
Adelante,
ponte de pie y camina.
Puse los ojos en blanco.
No podía hacerlo, cualquier pequeño movimiento haría que viese las estrellas
por culpa del dolor.
La verdad, la cabeza,
piernas o brazos no me dolían tanto. Más bien eran las costillas, las jodidas
estaban algo destrozadas.
Me quedé un poco pensativa
respecto al ‘’te quiero’’ de Mikel. Si, flipaba mucho, demasiado. No sabía que
respuesta dar, mis sentimientos hacia el son extraños.
Por una parte me gusta, es
verle sonreír, hacer bromas, hablar, o cruzarme con una mirada suya y sentir
mariposas en el estomago. Pero le odio, es un chulo de mierda, un cabrón y un
imbécil.
* * *
Me levanté de la cama con
un poco de torpeza. Habían pasado ya… ¿tres semanas?
El costado estaba mucho
mejor, aunque me dolía al hacer esfuerzo como el de vestirme, por lo que mis
amigas me ayudaban cuando debía hacerlo.
Wendy entró en la
habitación muy sonriente y me dio un pequeño achuchón. No quería hacerme daño
como cuando entro hace unas dos semanas. Me dio un abrazo tan fuerte que grite
de dolor y me tiré a la cama media llorando.
-
Aun me parece
sorprende tu cambio de imagen – comenté sonriendo de oreja a oreja.
-
Admítelo, amas
mi pelo y ropa.
-
El pelo no
mucho, pero tu ropa… dios mío.
Reímos. Recordé que hoy
era el día clave. Al fin le daría la respuesta a Mikel, el pobre estaba muy
desesperado.
-
¿Estás seguro?
– preguntó Wendy con la mirada puesta en mi.
-
Si,
completamente. Le di vueltas y sé lo que siento y no siento por el.
Salí de la habitación
dejando a Wendy allí. Esta no tardo en
hacerme compañía.
Buscaba a Mikel con la
mirada, me impacientaba.
-
Hablando del
rey de roma, por la puerta se asoma – murmuró Wendy con un tono borde.
-
Tía, por
favor… - susurré casi sin mover los labios.
Este se acerco y se rascó
el cabello. Miró a Wendy un poco indeciso, y luego a mí.
-
Bueno… me voy
a dar una vuelta – y se fue, dejándonos solos.
Le sonreí un poco
sonrojada. No sabía como empezar, aun seguía confusa.
-
¿Y bien? –
preguntó Mikel con los nervios a flor de piel.
-
Antes quiero
que me respondas a unas cuantas cosas…
-
Lo que
quieras.
Le cogí la mano con
suavidad y lo llevé a una pequeña terraza del hospital.
Esto me traía recuerdos,
pero los borré de mi cabeza al mirarle a los ojos.
-
¿Por qué me
engañaste hace dos años? Ya sabes a que me refiero.
Miró al suelo sin saber
que decir. Esto le había cogido de sorpresa, que era justo lo que yo quería.
-
Era idiota –
contestó – no valoraba lo que tenía que valorar.
-
¿Cómo te
sentiste cuando me entere?
-
No se. Fue
todo muy rápido, un poco mal quizás. ¿Y esto a que viene?
-
Tengo miedo.
Esta vez fui yo quien
agachó la cabeza y miró al suelo. Pero Mikel me levantó la barbilla para que le
mirase.
-
¿Miedo? ¿De
que?
-
¿Y si lo
vuelves a hacer? ¿Y si juegas con mis sentimientos de nuevo?
El suspiró. No apartábamos
la mirada el uno del otro, bueno, yo lo habría hecho, pero no podía ya que me
tenía agarrada.
-
No lo haré.
Tenlo en tu cabeza, no pienso hacerte más daño.
Sonreí un poco. Le
acaricié la mejilla con mucha ternura y el cerro los ojos.
-
Si… - susurré
sonriendo más que nunca.
-
¿Cómo?
Le besé. Tanto tiempo
aguantando las ganas de besarle por mi misma y al fin podía. Me siguió el beso,
sonreía y eso me gustaba.
-
¿Estamos
juntos? – preguntó separándose un poco de mi.
Reí y le abracé con
fuerza.
-
¡Imbécil! –
reí más.
-
¿Acabamos de
empezar y ya me insultas?
Puso morritos, haciendo
que no parase de reír más.
-
¡Mis
costillas! – me quejé intentando para de reír.
-
Vuelve a la
cama, mujer.
Le miré con una pequeña
sonrisita.
-
¿Alicia? No
habrás pensado en…
-
¡Soy muy mal
pensada! ¿Vale?
-
Ya se ve…
hombre de por mi perfecto, pero como te jodas más las costillas, será culpa
tuya.
-
¡Calla!
Bajamos de allí con mucho
cuidado. Sonrientes, felices, hasta podría decirse que enamorados.
Nos encontramos a Wendy
sentada en un banco mientras miraba fotos en el móvil.
-
¡Viciada! –
grité.
Me sacó la lengua y fue
hacia nosotros, también sonreía mucho.
-
Mikel, cuídala
o ya sabes – le miró. Al final sonrió y le dio un pequeño abrazo.
-
Estará más
cuidada que nunca.
-
Miedo me das…
- murmuré en voz baja.
Me escuchó y me dio un
pequeño beso en los labios, juntándome un poco más hacia el. Nuestros ojos
brillaban, al fin, podíamos ser felices sin ninguna complicación.
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¡Holiiiiii! Bueno veréis, a las cinco de la tarde subiré el epílogo, que es el final. Así que muy atentos eh. Espero que os guste el nuevo capítulo. Besos<3