MENSAJE: ESTOS SON LOS CAPÍTULOS BUENOS!! QUE DISFRUTÉIS Y GRACIAS POR LEERME♥
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¿Hoy vendrás?
-
¿A dónde?
-
¡Pues ha la charla
de Joana!
-
Pues claro
atontada
-
A ver al
Mikel, ¿Eh pillina?
-
Pesada eres…
-
Ya, ya… ¡Mikel
y Alicia se quieren!
Le
tiré riendo la almohada de mi cama, dándola en toda la cara.
Me
miró con la boca abierta y asintió maliciosamente.
Cogió
la almohada y se puso sobre ella.
-
Pues ahora te
quedas sin almohada
-
Tranquila, te
la robaré sin que te des cuenta
-
Segurísimo que
no
Me
levanté, asustando a Teresa ya que creía que iba a hacer algo raro.
-
¡Cagonaaaa!
Me
hizo el corte de manga y murmuró algo que no entendí.
-
Alicia…
-
Que
-
¿Por qué
siempre vas con un chándal ancho?
Hice
una mueca, pero sin molestarme.
-
Pues porque mi
cuerpo me da vergüenza
Teresa
puso cara de no comprender.
-
Verás… antes
me ponía ropa ancha para que no se me notará la barriga – reí con amargura –
ahora para que no se me noté que estoy en los huesos…
-
Mira que eres
rara
-
Lo se, me lo
han dicho muchas veces
Me
miré en la cámara del ordenador portátil de Teresa. Se notaba un poco mi subida
de peso y el pelo se me estaba recuperando.
Incluso
se me estaban empezando a notar las caderas y las curvas.
-
Pero mis
chándales molan…
-
Hombre chula,
como que son de marcas buenas
Le
guiñé el ojo y me coloqué bien la sudadera gris.
-
¿Cómo vas con
tu peso? – pregunté con curiosidad.
-
Bien, me estoy
recuperando
Teresa
sonrió con timidez.
-
Ya verás,
dentro de poco estarás recuperada del todo
-
No se…
-
Que si, que te
lo digo yo
-
Oye Alicia,
cambiando de tema… mis amigas vienen mañana y… si tu quieres, me gustaría presentártelas
Sonreí
con ternura.
-
Esta bien, me
las presentas
La
chica sonrió aliviada y aplaudió ella sola.
-
¡Te caerán
genial!
-
Mientras no
sean como tu…
-
¡Serás puta!
-
¡Y mi coño lo
disfruta!
Al
instante las dos empezamos a reír.
Cogí
el móvil y puse una canción que me encanta mucho, y seguro que Teresa reconocerá
y se volverá como una loca: ‘’Herois del segle XXI’’ de Miquel Abras.
En
efecto, en cuanto empezó a sonar, Teresa pegó un alarido y se acercó a mi móvil
a escucharla mejor.
-
¡De Pulseras
Rojas!
-
Pues si. Mola
¿Eh?
-
¡¿Qué si
mola?! ¡Me encanta esta canción!
-
Cuando la
escuché me enamoré de ella…
-
No sabía que
veías Pulseras Rojas
-
Ya te dije en
una ocasión que veía la serie… solo que sus actores pues no me llaman la
atención de la manera que os atrae a ti y a otras…
-
Ha hostia si…
es verdad, el día que nos conocimos
-
Exacto, el día
que supe que estabas muy mal de la cabeza
-
Vete a la
mierda churriburri
Me
quedé un rato callada, asimilando la palabra extraña que me acababa de decir.
-
¿Churri que…?
-
¡Churriburri! Es una palabra que me inventado
-
Loca, loca, loca…
Empezamos
a reír como si nada. Al fin y al cabo, Teresa se iba a convertir en una amiga,
una amiga de las buenas.
·············
Salimos
de la habitación con el tiempo justo para llegar a la charla.
Nos
habíamos quedado dormidas y el tiempo pasó muy rápido. Demasiado rápido.
-
¿Nos dirán
algo? – preguntó Teresa preocupada.
-
No se…, no
creo ¿No?
Aligeramos
el paso y llegamos justo cuando Joana estaba empezando a hablar.
Muchas
personas se quedaron mirando, haciendo que Teresa enrojeciera por la vergüenza.
Yo
en cambio me mantuve pasiva e ignoré todas las miradas asesinas que nos
lanzaban.
Estaba
muerta de vergüenza, es cierto, pero debía mantenerme dura y no reflejar mi
debilidad como he hecho estos meses.
Divisamos
unas sillas al final del todo. Fuimos hacia ellas y nos sentamos sin decir
palabras.
Escuché
con atención cada palabra de Joana. Cada vez sus palabras me llegaban más y la
comprendían mejor. Y eso bueno, significa que estoy superando una mala etapa.
Sin
darme cuenta, mi mirada buscó a Mikel.
Estaba
al lado de Alex y Igor, escuchando atentos, al igual que todas las chicas.
En
un momento, su mirada se cruzó con la mía, mirándome atentamente.
Me
sonrió y me dijo algo en voz baja que no entendí para nada.
Puse
cara rara, dando a entender que no le escuchaba.
El
chico se mordió el labio y miró de reojo su mano.
La
observe atenta. Me estaba haciendo señas con disimulo, intentando que nadie le
viera.
Nos
señalaba a mi y a el, y luego a un rincón apartado del escenario.
Asentí
y le sonreí con un poco de timidez.
Otra
vez empecé a observar a Joana, pero con la mente en otra parte. ¿Qué querrá?
Al
momento pensé mal. El y yo… solos en un rincón donde nadie nos vea…
-
No seas tonta
Alicia… - murmuré en voz baja para escucharme a mi misma
Sin
darme cuenta sonreí con la vista perdida. Sin escuchar nada.
-
¡Alicia, coño!
El
empujón de Teresa me devolvió a la realidad.
-
¿Qué…?
-
¡Estabas en
otro mundo, tía! ¿Vas a coger el bizcocho o no?
-
Si, si…
Me
levanté rápido y subí al escenario saltando las escaleras de dos en dos.
Alex
fue el que me dio el bizcocho, hoy de vainilla.
-
Mikel está
esperándote
Me
guiñó el ojo y señaló con la cabeza a una esquina.
-
Gracias…
Le
sonreí y bajé las escaleras con tranquilidad, pero con nervios en el fondo.
Me
dirigí a donde había señalado Alex.
Pero
no había nadie, todo estaba desierto.
-
¿Pero donde
cojones está? – dije con voz de mala leche, un poco cabreada
Miré
a todos lados pero no aparecía. ¿me había tomado el pelo y en este momento se
estaba riendo de mi?
Resoplé,
y con seriedad, me di media vuelta para volver con Teresa.
-
¡Pero tu a
donde vas!
Mikel
acababa de salir de su escondrijo y me había cogido en brazos.
-
¡Suéltame
burro! – exclamé riendo.
-
¿Burro me vas
a llamar? ¡Ahora si que no te suelto!
Me
llevó a cuestas por todo el pasillo, riéndose de mis quejas e incluso algunas
súplicas.
-
Te dejo en un
banco porque ya me estás dando pena…
Le
di un cate en la parte de atrás del cuello.
-
¡Eres una
agresiva, niña!
-
¡Y tu un
imbecil!
Me
senté en el banco y empecé a reír a sola.
Mikel
se sentó a mi lado y se me quedó mirando, sonriendo con dulzura.
-
¿Y el bizcocho
que llevabas?
-
Me lo he
comido mientras me llevabas a cuesta
-
Que hambre,
¿No?
No
hizo falta que respondiera. Mis tripas rugieron con fuerza.
-
¿Has comido antes?
– preguntó Mikel con seriedad.
-
Si, pero… la
comida del hospital está malísima y no me llena mucho…
De
repente, me cogió de la mano y me levantó del banco.
Me
empezó a dirigir a un lugar, pero paró y se me quedó mirando.
-
¿Cuál es tu
habitación?
-
¿Perdona?
-
¿Qué cual es
tu habitación?
-
La 119… ¿Por
qué quie…?
Me
cogió de nuevo de la mano y se dirigió a mi habitación.
Al
llegar, me sentó en la cama, poniéndose el a mi lado.
Me
puse nerviosa, mal pensando más que nunca.
-
¿Qué haces? –
musité.
-
Espera…
Buscaba
algo en el bolsillo del pantalón.
-
Aquí está…
Sacó
el envoltorio de una tableta de chocolate y un paquete de patatas fritas.
Lo
miré alucinada.
-
¿Tienes el
bolsillo mágico de Doraemon o que?
-
Más o menos
Reímos.
-
Aquí tienes –
me puso entre las piernas las dos cosas.
-
Te agradezco
el detalle… pero si me lo como luego no tendré hambre para cenar y…
-
Tranquila, yo
hablaré con tu doctora y las enfermeras, ¿Vale?
-
Gracias Mikel…
Sin
pensármelo más le abracé con fuerza.
Me
devolvió el abrazo sonriendo, dándome luego un beso en la mejilla.
Abrí
el envoltorio de la tableta y le di un bocado.
Jodidamente
bueno. Es la mejor comida que he probado en meses.
-
¿Te gusta? –
preguntó Mikel con cara divertida.
-
¿Qué si me
gusta? ¡Me encanta!
Le
di otro bocado a la tableta.
-
¿Y tú porque
empezaste con la anorexia?
Le
miré directamente a los ojos, con extrañeza por la pregunta.
-
Pues porque
paré de comer, empecé a vomitar…
-
Hombre,
supongo que hiciste eso, pero me refiero a la razón por la que empezaste a
hacerlo.
Esta
vez, le aparté la mirada y la dirigí al suelo.
Recordando
otra vez a Sergio, todo el daño que me hizo con tan solo unas palabras.
-
Alicia,
¿estás?
Pestañeé
un poco y sonreí con falsedad.
-
¿Por qué
empezaste con la anorexia?
Me
pensé la respuesta. Le puedo mentir, contarle toda la verdad o mandarlo a tomar
por saco.
Decirle
lo que realmente ocurrió… no. Rotundamente no.
No
le conozco lo suficiente y ni siquiera tengo la bastante confianza con el.
Pero
también me da pena ponerme borde con este chico.
-
Pues… empecé a
verme mal porque… un día de bromas con unas amigas empezamos a hacer dietas… y
la única que la siguió fui yo. Y entonces me acomplejé de mi cuerpo.
-
Joder, todas
las chicas estáis locas
Sonreí
con tristeza, manteniendo la vista en el suelo, sin apartarla ningún segundo.
De
nuevo me llevé un trozo de chocolate a la boca, masticándolo con gusto.
-
Oye Alicia…
Gruñí
como respuesta.
-
Cuando te
senté antes en la cama… ¿Estabas pensando en lo que creo que estabas pensando?
Le
miré con los ojos abiertos. El reía por mi expresión.
Me
puse roja al instante. Había dado en el clavo.
-
¡Lo estabas
pensando!
-
Cállate…
-
Te hubiera
gustado ¿Eh?
Me
guiñó un ojo.
-
Oh, ni te
imaginas – respondí con sarcasmo.
-
Seguro que te
pirrarías por mis abdominales.
Se
levantó un poco la camiseta, lo justo para dejarse los abdominales al aire.
Sin
poder resistir los miré con aire de asombrada.
Mikel
empezó a reír divertido.
Desvié
la mirada y sin poderlo evitar también empecé a reír.
-
¡Aquí estas
Alicia!
Una
enfermera entraba a toda prisa, y más al verme con Mikel.
-
La he traído
yo, no se preocupe – dijo el chico al ver la cara de preocupación de la
enfermera – está comiendo
La
enfermera me miró detenidamente para mirar si es cierto.
Le
enseñé la tableta de chocolate, media comida ya.
-
No hará falta
que valla a comer, ¿No? – dije con cautela.
-
Bueno, si te
comes esa tableta entera y el paquete de patatas que tienes al lado, te lo
dejaremos pasar.
Hice
con la mano el gesto de la victoria.
Mikel
se levantó y se bajo un poco la camiseta, que aun tenía un poco subida.
-
Yo me voy ya,
que me estarán esperando.
-
De acuerdo, y
gracias
Nos
sonreímos mutuamente.
-
Ya nos veremos
para el próximo día
-
Eso espero…
Se
puso de rodillas delante de mí.
Acerco
su cara a la mía y me dio un beso en la mejilla. Un beso muy dulce.
Cerré
los ojos, agradada por aquel beso.
Por
unos segundos se me vino a la cabeza como sería besar a Mikel en la boca.
-
Nos vemos
guapa
Se
puso de pie y me apretó la mano para que despierte de mis pensamientos.
-
Eh… si, si
claro
Me
sonrió por última vez y se fue de allí, con una sonrisa en la cara que se
notaba a cien kilómetros.