martes, 18 de junio de 2013

Capitulo 10

El día más temido había llegado. Hoy me tenía que pesar.
Aunque haya comido aun siento miedo al pensar en la báscula y el resultado que dará.
Tengo miedo de haber adelgazado y de que todo el esfuerzo que he hecho por comer sea en vano.

-          Relájate Alicia, que no pasa nada – dijo Teresa al otro lado de la puerta.
-          ¿Qué me relaje? ¡Hoy me peso! – contesté mordiéndome las uñas con ligereza - ¿Y por qué no entras en la habitación?
-          Si te lo digo me matarás…
-          ¿Por?
-          Por no haberte avisado antes

Me crucé de brazos con aspecto severo, pero media divertida.

-          Cuéntame que ocurre…
-          Hay una cucaracha en la habit…

No le dio tiempo de terminar de la frase. Salí escopetada de la habitación con cara de asco y muy agitada.

-          ¿¡Porque mierda no me avisas!?
-          ¡Porque estaba cagada!

Ahogué un pequeño grito de asco. Le tengo pánico a las cucarachas.

-          ¿Y quién la matará? – pregunté con un hilo de voz.
-          No se… ¡Tu eres la mayor!

La miré boquiabierta.

-          ¡Y una mierda entro a matarla! ¡Qué asco!
-          ¡Pues alguien lo tiene que hacer!

Me mordí el labio, nerviosa.

-          Ya se…

Teresa se acercó a un grupo de chicos que por casualidad andaban por aquí.
Se los trajo hacia a la habitación y no salieron de ella hasta que la mataron.

-          Ahora quiero mi recompensa – pidió el chico.
-          Aquí tienes

Me sorprendí. Los dos empezaron a besarse con fuerza y mucha rapidez.
Al separarse, Teresa sonrió y le dijo adiós con la mano.

-          Pero que puta eres… - murmuré contemplando alucinada la escena.
-          Tengo mis recursos

Empecé a reír. Teresa cuando quiere es un genio.

-          ¿Entramos ya? –
-          ¡Por favor!

Divertidas, entramos y rebuscamos entre nuestras cosas, esparcidas por toda la habitación.

-          Ahora me siento culpable por la pobre cucaracha… - solté de repente con cara de pena.

Teresa arqueó una ceja.

-          Alicia… ¿Hola?
-          Imagínate que esa cucaracha tuviera familia, ¿Qué harán ahora?
-          Pues arreglárselas sin el padre
-          O madre

Me encogí de hombros y bostecé. No he pegado ojo en toda la noche.
Saqué de una mochila un antiguo cuaderno que usaba con trece años para dibujar y no aburrirme.
Lo abrí y sonreí con nostalgia.
La primera página era el dibujo de una foto que hice un día cuando estaba con unos amigos de otra ciudad.
Dibujo de puta madre, eso está claro.
La siguiente página era de un arroyo con patos. Todo su alrededor era flores de todos los colores.

-          Que bonito… ¿Lo has dibujado tú?

Teresa se había acercado a cotillear que hacía.
Asentí sonriente y le di la vuelta a la página.
Un ramo lleno de distintas flores.

-          Dibujado el dos de mayo de 2010…
-          Cuando tenía 14 años
-          Con mi edad…
-          Pues coge ejemplo e intenta dibujar como yo

Me hizo el corte de manga y siguió mirando todas mis obras de arte. Cada una más bonita. Hasta que llegó a una que me mató por dentro.

-          ¡Aja! ¡Sabía que tenías novio! – exclamó poniéndome el dibujo en la cara.
-          No es mi novio…
-          Ya claro… os estáis dando un morreo y me dices que no es tu novio
-          Solo fue un rollo…

<<Un rollo al que amé con locura>>

-          Pues es bastante guapo…
-          Ya…
-          Y tiene cara de ser un buen chico
-          Pues es un hijo de puta que se merece todo lo peor

Teresa me miró sorprendida.
Le arranqué el cuaderno de las manos y lo cerré con furia, tirándolo al suelo para darle una patada después.
Me entraron ganas de vomitar, solo porque eso me hacía sentir mejor conmigo misma.
Apreté la mano contra la colcha de la cama, intentando con todas mis fuerzas vencer a la tentación de ir al baño.

-          Perdona por haberte molestado con lo del chico… - dijo Teresa en voz baja, con cara de arrepentida.
-          No, tranquila… no pasa nada

Le sonreí y cerré los ojos exhalando un largo suspiro.

················

-          ¡Suerte! – me deseó Teresa dándome un abrazo
-          Gracias tía… - le devolví el abrazo.

Cogí aire y lo expulsé con nervios.
Salí de la habitación al pasillo, lleno de gente que iba y venían sitios diferentes.
Ya era la hora de pesarse, la hora de la verdad.
Todos mis logros y esfuerzos se comprobaran hoy en tan solo unos segundos.
Me percaté de que ya había pasado dos meses desde que entré ingresada. ¡Dos meses!
La consulta de la doctora estaba solo a unos pasos de mi habitación, por lo que llegué enseguida.

-          Pasa Alicia

Entré despacio, con cautela, como si por un paso en falso me fueran a secuestrar o caer por una trampilla.
Me acerqué a la doctora. Esta cogió una cinta métrica y midió mi anchura.

-          Pesate

Tragué saliva y me coloqué encima de la báscula, con temor y respeto.
Miré abajo para saber mi peso. Se me paró el corazón, pero de alegría.
-          Bien hecho – felicitó la doctora apuntando mi nuevo peso.

He engordado dos kilos. ¡Dos kilazos!
Sonreí y me quité de encima de la báscula, radiante de felicidad y alegría.
Olvidándome de por que estaba triste hace tan solo una hora.

-          Espero que sigas así – dijo la doctora también contenta.
-          ¡Y seguiré!

Salí de la puerta dando un grito de alegría, algo raro en mí, ya que nunca suelo gritar por estar contenta, más bien al revés.
No me lo podía creer… ¡dos kilos!, ¡me estoy recuperando!

Un gran paso para mi salud, tanto física como mental.

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