El
día más temido había llegado. Hoy me tenía que pesar.
Aunque
haya comido aun siento miedo al pensar en la báscula y el resultado que dará.
Tengo
miedo de haber adelgazado y de que todo el esfuerzo que he hecho por comer sea
en vano.
-
Relájate
Alicia, que no pasa nada – dijo Teresa al otro lado de la puerta.
-
¿Qué me
relaje? ¡Hoy me peso! – contesté mordiéndome las uñas con ligereza - ¿Y por qué
no entras en la habitación?
-
Si te lo digo
me matarás…
-
¿Por?
-
Por no haberte
avisado antes
Me
crucé de brazos con aspecto severo, pero media divertida.
-
Cuéntame que
ocurre…
-
Hay una
cucaracha en la habit…
No
le dio tiempo de terminar de la frase. Salí escopetada de la habitación con
cara de asco y muy agitada.
-
¿¡Porque
mierda no me avisas!?
-
¡Porque estaba
cagada!
Ahogué
un pequeño grito de asco. Le tengo pánico a las cucarachas.
-
¿Y quién la
matará? – pregunté con un hilo de voz.
-
No se… ¡Tu
eres la mayor!
La
miré boquiabierta.
-
¡Y una mierda
entro a matarla! ¡Qué asco!
-
¡Pues alguien
lo tiene que hacer!
Me
mordí el labio, nerviosa.
-
Ya se…
Teresa
se acercó a un grupo de chicos que por casualidad andaban por aquí.
Se
los trajo hacia a la habitación y no salieron de ella hasta que la mataron.
-
Ahora quiero
mi recompensa – pidió el chico.
-
Aquí tienes
Me
sorprendí. Los dos empezaron a besarse con fuerza y mucha rapidez.
Al
separarse, Teresa sonrió y le dijo adiós con la mano.
-
Pero que puta
eres… - murmuré contemplando alucinada la escena.
-
Tengo mis
recursos
Empecé
a reír. Teresa cuando quiere es un genio.
-
¿Entramos ya?
–
-
¡Por favor!
Divertidas,
entramos y rebuscamos entre nuestras cosas, esparcidas por toda la habitación.
-
Ahora me
siento culpable por la pobre cucaracha… - solté de repente con cara de pena.
Teresa
arqueó una ceja.
-
Alicia… ¿Hola?
-
Imagínate que
esa cucaracha tuviera familia, ¿Qué harán ahora?
-
Pues
arreglárselas sin el padre
-
O madre
Me
encogí de hombros y bostecé. No he pegado ojo en toda la noche.
Saqué
de una mochila un antiguo cuaderno que usaba con trece años para dibujar y no
aburrirme.
Lo
abrí y sonreí con nostalgia.
La
primera página era el dibujo de una foto que hice un día cuando estaba con unos
amigos de otra ciudad.
Dibujo
de puta madre, eso está claro.
La
siguiente página era de un arroyo con patos. Todo su alrededor era flores de
todos los colores.
-
Que bonito…
¿Lo has dibujado tú?
Teresa
se había acercado a cotillear que hacía.
Asentí
sonriente y le di la vuelta a la página.
Un
ramo lleno de distintas flores.
-
Dibujado el
dos de mayo de 2010…
-
Cuando tenía
14 años
-
Con mi edad…
-
Pues coge
ejemplo e intenta dibujar como yo
Me
hizo el corte de manga y siguió mirando todas mis obras de arte. Cada una más
bonita. Hasta que llegó a una que me mató por dentro.
-
¡Aja! ¡Sabía
que tenías novio! – exclamó poniéndome el dibujo en la cara.
-
No es mi
novio…
-
Ya claro… os
estáis dando un morreo y me dices que no es tu novio
-
Solo fue un
rollo…
<<Un
rollo al que amé con locura>>
-
Pues es
bastante guapo…
-
Ya…
-
Y tiene cara
de ser un buen chico
-
Pues es un
hijo de puta que se merece todo lo peor
Teresa
me miró sorprendida.
Le
arranqué el cuaderno de las manos y lo cerré con furia, tirándolo al suelo para
darle una patada después.
Me
entraron ganas de vomitar, solo porque eso me hacía sentir mejor conmigo misma.
Apreté
la mano contra la colcha de la cama, intentando con todas mis fuerzas vencer a
la tentación de ir al baño.
-
Perdona por
haberte molestado con lo del chico… - dijo Teresa en voz baja, con cara de
arrepentida.
-
No, tranquila…
no pasa nada
Le
sonreí y cerré los ojos exhalando un largo suspiro.
················
-
¡Suerte! – me
deseó Teresa dándome un abrazo
-
Gracias tía… -
le devolví el abrazo.
Cogí
aire y lo expulsé con nervios.
Salí
de la habitación al pasillo, lleno de gente que iba y venían sitios diferentes.
Ya
era la hora de pesarse, la hora de la verdad.
Todos
mis logros y esfuerzos se comprobaran hoy en tan solo unos segundos.
Me
percaté de que ya había pasado dos meses desde que entré ingresada. ¡Dos meses!
La
consulta de la doctora estaba solo a unos pasos de mi habitación, por lo que
llegué enseguida.
-
Pasa Alicia
Entré
despacio, con cautela, como si por un paso en falso me fueran a secuestrar o
caer por una trampilla.
Me
acerqué a la doctora. Esta cogió una cinta métrica y midió mi anchura.
-
Pesate
Tragué
saliva y me coloqué encima de la báscula, con temor y respeto.
Miré
abajo para saber mi peso. Se me paró el corazón, pero de alegría.
-
Bien hecho –
felicitó la doctora apuntando mi nuevo peso.
He
engordado dos kilos. ¡Dos kilazos!
Sonreí
y me quité de encima de la báscula, radiante de felicidad y alegría.
Olvidándome
de por que estaba triste hace tan solo una hora.
-
Espero que
sigas así – dijo la doctora también contenta.
-
¡Y seguiré!
Salí
de la puerta dando un grito de alegría, algo raro en mí, ya que nunca suelo
gritar por estar contenta, más bien al revés.
No
me lo podía creer… ¡dos kilos!, ¡me estoy recuperando!
Un
gran paso para mi salud, tanto física como mental.
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