Sonriente,
cogí el cepillo y me empecé a peinar.
Desde
que me estoy recuperando, el pelo se ha ido curando y haciéndose más fuerte.
Lo
tenía más sedoso, más brillante y más bonito.
Hoy
venían de nuevo los pulseras, y tengo ganas de ver a Mikel.
No
se porque, pero tengo muchas ganas.
Teresa
entró en la habitación un poco preocupada y se puso delante de mi.
-
¿Qué pasa? –
pregunté dejando el cepillo en la cama.
-
Alicia, tienes
visita
Me
puse seria al instante. Normalmente las personas que venían a visitarme eran ‘’Non grata’’.
-
Pues que pase…
¿No? – dije con la voz un poco borde.
-
Lo mejor será
que me valla…
Escuché
unos pasos detrás de mi, pero no me giré para ver quien era.
Teresa
se fue dedicándome una sonrisa nerviosa.
La
chica se fue, pero yo seguí en mi puesto, sin mirar quien me había venido a
visitar.
-
¿Y bien?, ¿No
me saludas? – dijo al fin el visitante.
El
corazón se me paró y se heló mi sangre.
Esa
voz la reconocería a miles de kilómetros.
¿Cómo
tenía cojones de visitarme ese hijo de perra?
Me
levanté de la cama, y con valentía, me puse delante de el, mirándole fijamente
a los ojos.
Sergio
me sonrió con burla, haciéndose el chulo, algo típico en el.
-
¿Qué mierda
haces aquí? – le espeté con sorna.
-
Pues venir a
verte
Le
miré con odio y repugnancia.
-
¿No me has
echado de menos?
Su
voz pasó a dulce, pero aun con burla.
Me
cogió por la cintura con suavidad y me apretó hacia el.
Intenté
separarme pero no pude, tiene mucha fuerza.
-
Suéltame
gilipollas
-
¡Pero si estás
muy bien así!
Me
apretó con más fuerza, haciendo un poco de daño.
Miró
hacia abajo, justo a mi vientre, y empezó a reír.
-
Pues si que te
has puesto gorda…
Tragué
saliva y le desvié la mirada, aun intentando deshacerme de el.
-
Estabas algo
mejor antes… no ahora que eres una vaca
<<Estás
delgada, en los huesos>> pensaba de mientras, luchando por no escucharle.
-
¡EI!
Me
dio una bofetada, haciendo que le mirase a la cara aterrorizada.
-
¡Qué me
escuches so puta!
-
¡Déjame en paz
cabrón!
-
¡Puta, que
eres una puta!, ¡Sé perfectamente que te has quedado sin ningún amigo! ¡No
tienes a nadie en esta vida! ¡Así que más te vale juntarte conmigo si quieres
que la gente te vuelva a hablar!
-
Prefiero
quedarme sola que ha tener algo contigo…
Empezó
a reír y luego me miró.
-
Pues antes
bien que estabas pirrada por mis huesos…
-
Tu lo has
dicho, antes… ahora vete
Pero
no se fue.
Se
acercó a mí y me cogió de nuevo. Esta vez peligrosamente.
Le
di golpes en el pecho pero no me soltaba.
De
repente, acercó su boca a la mía, besando con frialdad, con furia.
Intenté
separarme pero no pude.
No
le devolvía ningún beso y para nada disfrutaba de ellos.
Se
separó de mí y bajo sus manos a mi culo.
-
¡QUÉ ME DEJES
EN PAZ!
-
¡Estate quieta
puta!
-
¡Qué la dejes
en paz cabrón!
Teresa
entró y le separó de mí con brusquedad.
La
chica cogió una navaja del bolsillo de su pantalón y miró a Sergio.
-
Fuera o te
rajo, ya estuve una vez en el reformatorio por algo así y no me importa volver…
Sergio
tragó saliva y se fue de allí.
Al
instante empecé a llorar desconsolada, sin fuerzas para nada.
-
Alicia, cielo
Teresa
me abrazó para consolarme.
-
¡¿Pero quien
coño es ese cabrón?!
-
Nadie…
-
¡Alicia, por
favor!
-
Gracias por
ayudarme, pero quiero estar sola…
Me
tiré en la cama tapándome la cara con la almohada.
Llorando
por todo lo que ese cabrón me ha hecho.
···············
Ya
hacía media hora de la charla de los pulseras.
No
había ido, ¿Cómo ir en el estado que estoy? Suerte que Teresa consiguió
convencer a las enfermeras de que hoy me dejasen aquí.
Aun
seguía llorando, y a este paso me iba a deshidratar.
Pero
no me importaba, no me importa morir si eso significa dejar de sentir.
-
¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!
Di
un bote en la cama, gritando del susto que me acababa de llevar.
Miré
a la puerta y me encontré a Mikel descojonándose, pero su sonrisa cambió al
verme con las lágrimas en la cara.
-
Alicia…
¿estás…?
Me
las sequé con rapidez, pero ya no servía de nada. Me ha pillado.
Se
acercó a mí y se sentó en la cama preocupado.
-
Teresa me ha
contado que vino un chico a verte
Asentí
mirando la colcha de la cama.
-
¿Quién era ese
cabrón?
-
Nadie…
-
¿Es un ex?
-
No…
-
¿Entonces?
-
Nadie, Mikel,
nadie
Poso
sus dedos sobre mi barbilla, haciendo que le mirase a los ojos.
-
Alicia…
dímelo… desahógate, lo necesitas.
-
Mikel, yo…
-
Confía en mi
Cerré
los ojos frustrada, y los abrí de nuevo, aun mirándole a los ojos.
-
Muy bien, de
acuerdo, te contaré quien es ese chico y el porque de mí anorexia.
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