-
¡Eres muy
falsa, Alicia! – gritó Sonia enfurecida.
-
¿Falsa? ¿Yo?,
¡perdona chata pero eres tu la que solo me quiere para darte la respuestas de
los putos exámenes y demás!
-
¡Eso es
mentira!, ¡Siempre que te ocurre algo hay estoy yo para ayudarte!, ¡¿Y tu en
cambio que haces conmigo?! ¡Pasar siempre de mi culo!
-
¡Te lo estás
inventando todo! ¡Más bien es al revés, la que pasa de mi eres tu!
-
¡Soy la única
que se preocupa por tu enfermedad!
-
¡Tus cojones!
-
¡Vete a la
mierda, gilipollas!
-
¡Paso de ti y
de los otros que creían ser mis amigos!, ¡¿Te enteras?!
-
¡Pues muy bien
por ti! ¡Quédate más sola que la una!
Y acto seguido se fue de la habitación dando un
portazo contra la puerta.
-
¡Hostia!
Le di una patada a la pata de la cama y resoplé por
el dolor del golpe.
Al final, todos mis amigos habían resultado ser
unos farsantes, pero tampoco me extrañaba tanto.
En estas situaciones siempre me entraban las ganas
de vomitar, para así sentirme mejor.
Pero debía aguantar, debo ser fuerte y no caer de
nuevo. No pienso recaer.
Teresa entró en la habitación con paso firme, y a
la vez que sonreía miraba una carta de color blanco y celeste.
-
¿Una carta de
amor? – bromeé para intentar quitarme de la cabeza la discusión.
-
Que va, una
carta de mis amigas – respondió sonriendo – al final no pudieron venir a verme
porque me están preparando una cosa muy rara de fiesta…
<<Genial, ahora si que no me podré quitar
todo esto de la cabeza…>>
-
Que bien –
contesté sin más, con la voz seca.
Teresa guardo la carta, ya que ella sabía que Sonia
había venido a verme y que todo había acabado como una mierda.
-
Te los tengo
que presentar, te caerán muy bien – dijo, intentando que me alegrase.
-
No hace falta
-
Que si, que
si, al siguiente día que vengan te las presento
-
En serio que
no…
-
Que si, que…
-
¡¡Teresa
déjame en paz!!
La chica se calló al instante y decidió no molestar
más.
Resoplé y me quedé boca abajo en la cama, con un
malestar inmenso.
Aun boca abajo, rebusqué a tientas por los cajones,
hasta encontrar una manzana que tenía escondida.
No tenía hambre, pero si quiero salir cuanto antes
del hospital, lo mejor es engordar.
Mordí con un poco asco y tragué con dificultad; aun
me costaba trabajo comer.
-
Chicas, a…
Alicia, ¿Qué haces comiendo?
Miré mal a la enfermera. ¿Y tú que crees?
-
Tenía ganas –
respondí.
-
Bueno, estás
haciendo muy bien, pero lo mejor será que la dejes para después, ahora ve a
comer al comedor.
Me levanté de la cama sin ganas y en silencio.
Sin esperar a Teresa, me dirigí al comedor.
Ocupé una mesa que estaba vacía y al momento de
sentarme me pusieron en la mesa un plato que nunca antes había visto en el
hospital: patatas fritas con huevo.
Sonreí un poco, ¡Al fin un plato que me gusta!
Con más ganas que antes cogí una patata frita y me
la llevé a la boca…
¡HORROR! ¡La patata frita está cruda!, ¡¿Cómo no se
me pudo ocurrir?!
-
Pero que asco…
- murmuré.
Teresa se sentó a mi lado y empezó a comer sin
rechistar.
Bufé y la imité, aun con las mismas arcadas de
siempre, sin superarlas del todo.
············
-
¡¿De que
mierda hablas, mamá?! – grité enfurecida con las lágrimas saltadas.
-
¡¡Nos han dicho
que bajaste de peso!!
-
¡Hace casi un
mes, gilipollas!
-
¡A mi me
hablas bien! ¡¡Y que sepas que tu padre y yo estamos pagando para que te
recuperes, no para que tengas unas vacaciones!
-
¡¿Tu piensas?!
¡¡¿Crees que para mi esto es el paraíso?!! ¡¿Qué me lo paso de puta madre en el
hospital?!
Me
dio una guantada con mucha fuerza, dejándome la marca de la mano en la cara.
La
miré desafiante, no pienso dejar de ver que tengo miedo. Nunca más me verán
débil.
-
Cómo me des
una guantada más te denuncio por maltrato, ¿Te enteras? Y sabes que tengo
capaz…
Levantó
la mano de nuevo, pero se lo pensó mejor y la bajo otra vez.
-
No pienso
dejar que vengas a verme solamente para amargarme el día, ¡¿Te enteras?! ¡Así
que lárgate de aquí y no vuelvas, déjame en paz!
Y
así se fue, con esas palabras en los oídos, con un pequeño gesto de victoria.
Sabe que me acaba de amargar el día por completo.
Empecé
a llorar sin poderlo remediar, todo es demasiado para mi. Mis falsos amigos, la
comida, mi mal humor… y ahora mi asquerosa familia.
Me
senté en el suelo y apoyé la espalda en la cómoda simplemente llorando, nada
más.
Pero
aun no he perdido la esperanza, no pienso tirar la toalla, no señor, seguiré
luchando hasta el final. A la mierda todo los obstáculos que hayan por el
camino, los superaré uno a uno.
-
Alegra esa
cara… - musitó Teresa, que acababa de entrar.
Le
sonreí con debilidad.
-
Perdona por
ser tan borde antes… la estaba pagando contigo – dije con la voz quebrada, sin
mirarla.
-
No te
preocupes, no pasa nada, tan bien fui muy pesada con ese tema – hubo unos
segundos de silencio - ¿Quieres que hablemos? Te puedo desahogar…
Negué
rápidamente.
Solamente
me desahogaba con gente que tuviera confianza.
Teresa
es muy buena chica pero no hay la suficiente confianza como para contarle todo
mis problemas.
-
¿Segura?
-
Si, estoy
segura…
Teresa
suspiró y se sentó en su cama, sacando el portátil que le había traído su
madre.
Yo
en cambio, seguí sentando en el suelo, con aire de amargada. Respirando con
dificultad.
Un
mareo repentino me entró justo en ese momento.
Abrí
los ojos viendo todo borroso y escuchando mal, muy mal.
-
Teresa…
-
¿Qué?
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