sábado, 20 de julio de 2013

SEGUNDA PARTE DE LA NOVELA - PRÓLOGO

Prólogo

Es increíble como pasa el tiempo, sobre todo en el hospital.
Ya hacía un año que cambió todo, y no exactamente a mejor.
Recuerdo ese día en el que di todo por perdido y acabé recayendo en la anorexia simplemente por un cabrón: Mikel.
No pude aguantar que me utilizara como un juguete, un juguete sexual.
Lo peor de todo fue cuando oí lo que pensaba de mí, eso me remató.

Cuando tenía catorce años me imaginaba a los diecisiete eligiendo universidad y casa propia, mi novio y muchísimos amigos… no de la manera en la que estoy.
Muy por debajo de mi peso, con el pelo estropeado por la falta de nutrientes, débil, en ‘’cautividad’’ sin poder salir al exterior; incluso un poco amargada.
En el fondo aun tenía la esperanza de salir algún día, pues estudiaba y echaba becas en universidades por si me elegían en alguna.
Periodismo… aun sigo en ello, es mi maldito sueño y, aunque haya aprendido que la mayoría no se cumplen, tengo el presentimiento de que este sí.

-          Alicia… - protestó mi enfermera, sacándome de mis pensamientos – eres la única que queda en el comedor

Miré a mí alrededor, y en efecto, todo estaba vacío y recogido.
No era novedad que me quedara sola, con el plato lleno y cara de reproche.

-          Pues a la próxima no me llevéis a comer – respondí con voz recaída.

Me levanté con dificultad a causa del temblor de piernas y me dispuse a salir del comedor, pero mi doctora me detuvo junto a otros médicos.

-          Alicia, ya está bien ¿no?

Enarqué una ceja y contuve una risa burlona.

-          Doctora Marcos, sabe perfectamente que aunque me llevé aquí tres horas más no pegaré bocado.
-          A lo mejor con cinco…
-          Vomitaría luego

No supo que más decir, sabía de sobra que lo decía en serio, sin ninguna broma.
Salí por la puerta y avancé a mi habitación a paso ligero.
Por suerte, la ligereza aun no la había perdido, y eso me servía para escapar de situaciones como aquella.
Llegué a la habitación y de un pequeño salto me tumbé en la cama.
Relajé músculos y alcancé el móvil con toda mi música dispuesta a sonar en cuestión de minutos.
Cerré los ojos y me dejé llevar por Love Bites de Halestorm.
Sin darme cuenta empecé a tararear la canción, emocionándome y subiendo el volumen de la voz.

-          Muy buena la música

Abrí los ojos al reconocer la voz, pero no la miré a la cara.
Hacía ya medio año que no veía a Teresa, desde que se fue a Londres por la beca que le habían ofrecido gracias a sus buenas notas.

-          Alicia… ¿Te encuentras bien?

Esta vez me atreví a mirarla, esbozando una sonrisa de oreja a oreja.
Me levanté para abrazarla, pero del esfuerzo tropecé y casi caí al suelo.

-          Estoy un poco torpe… - me excusé un poco avergonzada.

Teresa en cambio se mantuvo seria, mirándome de arriba abajo, notando mi gran cambio desde la última vez que me vio.
Puse mala cara, odio que me miren el cuerpo de esa manera.

-          ¿No has adelgazado demasiado? – dijo en un tono borde.
-          No que va…
-          ¿Qué te ha pasado?
-          Nada
-          Alicia, te conozco y sé que tuvo que ver alguna razón…

Calló al ver la cara de mala leche que se me estaba poniendo.

-          Ven aquí

Sonreí y fui hacia ella, dándole un abrazo con mucha cariño.

-          Te eché de menos – dije riendo.
-          Y yo a ti tonta

Nos separamos, las dos sonrientes y con muchas cosas contar, al menos Teresa.

-          Verás, he tenido que vivir en un piso de estudiantes – comentó – por suerte eran muy buenas personas, he tenido que estudiar mucho, tengo novio, he…
-          ¡Para el carro! ¿Tienes novio?

Se sonrojó y asintió lentamente.
Empecé a gritar como una loca, haciendo que Teresa al cabo de unos segundas me imitará.

-          ¡¡Pero cuenta!! – exclamé sonriente.
-          Se llama Ángel, tiene un año más que yo y le conocí en la escuela de idiomas
-          ¡Madre mía! ¡¿Cómo está?!
-          ¡Buenísimo!

Ahogué un gritó y le abracé riendo.
Pero la diversión se acabó al poco, la alegría entrada y la energía acababan de separarse por un mareo repentino.
Me senté en la cama con Teresa al lado preocupada.

-          Tranquila, esto es normal…
-          Mentira, es por tu peso, estás muy débil
-          Teresa, por favor
-          Mira, una de las razones de porque he vuelto ha sido para ayudar a recuperarte

La miré sorprendida por su respuesta.

-          No me voy a recuperar… - musité.
-          Lo harás, créeme.

Suspiré y me crucé de brazos sin saber muy bien como reaccionar.

Los días, semanas y meses pasaron y Teresa seguía cumpliendo su promesa de estar junto a mí. Se convirtió en mi mejor amiga.
En cada comida estaba sentado a mi lado con la cuchara y tenedor en mano, dispuesta a darme ella misma de comer si yo no cedía.
Incluso cuando me entraban ataques de ansiedad me apoyaba y me daba ánimos, haciendo ver que no todo estaba perdido, que aun había un poco de luz al final del túnel.
Me animo a seguir estudiando para entrar en la universidad y estudiar periodismo. Y haciéndole caso así hice, aprobando todo y creándome vía libre para entrar en una de ellas.
Gracias a Teresa subí de peso, y aunque tuviera alguna recaída, luego remontaba y me superaba el doble.

Ahora sí que estaba recuperándome y que por fin, de una vez por todas, saldría de este maldito hospital.

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