jueves, 22 de agosto de 2013

Capitulo 15 [Segunda parte]

Veía un poco borroso, pero aun así seguí por el sinuoso pasillo hasta llegar a la puerta del baño.
Entré y la cerré tras de mi, sin hacer el menor ruido posible. Me desplacé al espejo y lo contemplé, bueno, más bien contemplaba mi reflejo.

No estaba despeinada, extrañamente llevaba el pelo liso recogido con una trenza al lado. Tampoco llevaba pijama, si no un vestido largo y rojo.
Estaba confusa, ¿pero no me acaba de levantar de la cama? ¿Acaso no era de noche aun?
Y sobre todo, imposible que me hubiese vestido así media dormida para ir a la universidad, puesto que no tengo una ropa como esta.

Al darme la vuelta para irme, pegué un salto por el susto. Dos chicas estaban de la puerta, he iban vestidas igual que yo, solo que parecían mucho más delgadas.

-          Hola, cuanto tiempo – saludó Ana, como siempre muy seria.
-          ¿Nos echas de menos? – preguntó Mia con ternura.

Con terror negué con la cabeza miles de veces, intentando mirarlas a los ojos para no expresar miedo, algo que ya tenía.

Se acercaron poco a poco y empezaron a dar vueltas a mí alrededor, mirándome fijamente. Sin darme cuenta se me había ‘’ido’’ el vestido, intercambiándose por un sencillo pantalón corto y una camiseta tan corta que se podría poner de sujetador.

-          Menudos muslos te han salido – comentó Ana con asco – Son enormes…
-          ¿Y estos brazos? Cariño parecen gusanos… - Mia me levantó el brazo
-          Y mejor no hablemos de la panza que tienes…

Intentaba no escuchar sus críticas sobre mi cuerpo, pero todo fue imposible. Se me quedaban en la cabeza, retumbaban en ella.
Me giraron al espejo para que me viese bien, sin controlar ya estaba llorando. Quizás me había pasado un poco comiendo.

-          Si vuelves con nosotras haremos que vuelvas a estar delgada

Como en el sueño anterior extendieron la mano, pero la volví a rechazar, no podía hacerlo.

-          ¿No quieres?

Y empecé a gritar de dolor, Mia me había clavado un trozo de cristal en el brazo, el cual me sangraba sin parar. Todo estaba siendo muy intenso.

-          ¿Seguro que no nos quieres dar la mano?
Cogí aire y alcé la mano para dárselo. Rocé las yemas de los dedos de Ana, prácticamente le estaba tocando la mano, haciendo el trato.

-          ¡¡ALICIA DESPIERTA!!

Abrí los ojos de repente. Estaba en mi cama, y Mikel a mi lado más blanco que nunca.
Intenté hablar pero no podía, me temblaba todo el cuerpo, sudaba y estaba llorando como en el sueño.

-          No parabas de gritar y he venido lo más rápida que me ha sido posible… pero no despertabas y empezaste a pegar…

Nos miramos a los ojos, las lágrimas aun no se iban, y la voz no volvía a mí.

-          Ven aquí

Nos abrazamos en silencio. Nada más había pasado unas horas desde la fiesta y nuestro último abrazo.
Cerré los ojos al notarle cerca, al notar como su calidez entraba en contacto con mi cuerpo.

-          Lo siento… - pude decir al final, aun sin separarme.
-          No debes pedir disculpas…

Suspiré y poco a poco, ya más calmada, me separé de Mikel, el cuál me agarraba por la cintura.

-          ¿Qué has soñado?

Recordé todo, era tan real… ese dolor, esa pena… todo.

-          No se
-          Alicia, te acuerdas perfectamente
-          Por favor, no quiero decirlo, ni contarlo, ni nada

Mikel quitó sus manos de la cintura y me cogió las manos, sonriendo un poco.

-          Bueno… tranquila, yo me voy ya ¿vale?
-          ¡NO!

Le apretaba la mano con fuerza para que no pudiese irse de mi lado. El me miraba sorprendido por mi tono al detenerle.

-          Quédate conmigo
-          Pero… ¿aquí?
-          No quiero quedarme sola
Sonrió de nuevo y se tumbó a mi lado, sin poder parar de mirarme.

-          ¿Tengo monos en la cara?
-          Me parece raro… hace poco no nos podíamos ni ver, y ahora me encuentro durmiendo contigo
-          Ei chaval, que si duermes conmigo es por lo que ha pasado, nada más

Decidió no comentar nada más, pero reía en silencio. En el fondo, yo también reía un poco por todo este cambio.

-          Duerme bien las tres horas que te quedan – dijo Mikel ya con los ojos cerrados.
-          ¿Cómo?
-          En tres horas tienes universidad
-          Hostia, verdad…

Resoplé y me tumbé también, quedando los dos en la misma posición y agarrados aun de las manos.

* * *

La universidad pasó muy rápida, tanto que no me enteré de nada de lo que explicaban los profesores. Pero me daba igual, al menos por ahora.

Tenía en la cabeza pensando en visitar a Wendy, puesto que hacía semanas que no sabía nada de ella, y me preocupaba bastante.
Su casa por suerte, no cogía muy lejos de la universidad, por lo que no debía caminar tanto.

Al llegar fue su madre la que me abrió, y se sorprendió bastante al verme.

-          Hola, ¿Está Wendy?
-          ¿Cómo que si está? ¿No te lo ha contado?
-          ¿El que?
-          Una amiga le ha propuesto vivir, bueno…
-          ¿Dónde...?
-          En Corea del Sur

Parte de mi se derrumbó, esto no podía ser posible. No, tío, no…

-          Gracias… - sonreí a su madre y me fui corriendo, furiosa con todo el mundo.

Una de mis mejores amigas se había ido sin avisarme de ni nada, joder. Si a mi me hubiesen propuesto vivir en Londres la primera en saberlo hubiese sido ella para que me diese una opinión.

Ya todo estaba yendo demasiado lejos. La llamaré, se va a cagar en todo.
Marqué su número a la velocidad de la luz, y en un segundo ya me estaban contestando.

-          ¿Hola?

Puse mala cara, esa no era la voz de Wendy.

-          ¿Quién eres? – pregunté borde.
-          ¿Quién eres tú? – la chica contestó mucho más borde.
-          Yo pregunté antes
-          Mira niña, que me digas quien eres o cuelgo
-          ¿Pero de que vas tú? ¡Qué me pongas a Wendy!

Colgó. Miré el móvil con odio y me llevé las manos a la cabeza. Hoy no estaba siendo mi día.
Al llegar al apartamento lo primero que hice fue coger el portátil, quería buscar información sobre el sueño de anoche.

-          ¿Qué tal estás?

Mikel acababa de llegar también de su universidad. Dejó las cosas en la puerta y se acercó a mí. Quité la página rápidamente, cambiándola por twitter.

-          Estás viciada a esto… ¿eh?
-          No más que tu

Nos sonreímos. Mikel estaba bastante cerca de mí, tanto que su respiración chocaba con la mía.
Decidí girar la cara, no quería que pasase nada entre nosotros, ahora que estábamos bien.

-          Oye Alicia… ¿Hoy puedes dormir en casa de una de tus amigas?
-          ¿Por qué?
-          Bueno… me traigo a una amiga – al decir la palabra amiga, le puso comillas – Y no sé, me gustaría tener intimidad.
-          Ah, claro, ya llamaré a algunas de ellas
-          Gracias – me dio un beso en la cabeza y llamó a alguien por el móvil, seguramente a su ‘’amiga’’.

No sé porque, pero me había sentado como un tiro aquello. No tenía ganas de ir con una de mis amigas, no sé porque, pero no quería.
Los ojos se me iluminaron y se me dibujo una pequeña sonrisa. Ya que Mikel lo hacía hoy… ¿Por qué yo no?

Llamé por el móvil a la persona que se me vino a la cabeza en el primer momento.

-          ¡Hola Jonathan! ¿Puedo dormir contigo esta noche?



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