Veía un poco borroso, pero
aun así seguí por el sinuoso pasillo hasta llegar a la puerta del baño.
Entré y la cerré tras de
mi, sin hacer el menor ruido posible. Me desplacé al espejo y lo contemplé,
bueno, más bien contemplaba mi reflejo.
No estaba despeinada,
extrañamente llevaba el pelo liso recogido con una trenza al lado. Tampoco
llevaba pijama, si no un vestido largo y rojo.
Estaba confusa, ¿pero no
me acaba de levantar de la cama? ¿Acaso no era de noche aun?
Y sobre todo, imposible
que me hubiese vestido así media dormida para ir a la universidad, puesto que
no tengo una ropa como esta.
Al darme la vuelta para
irme, pegué un salto por el susto. Dos chicas estaban de la puerta, he iban
vestidas igual que yo, solo que parecían mucho más delgadas.
-
Hola, cuanto
tiempo – saludó Ana, como siempre muy seria.
-
¿Nos echas de
menos? – preguntó Mia con ternura.
Con terror negué con la
cabeza miles de veces, intentando mirarlas a los ojos para no expresar miedo,
algo que ya tenía.
Se acercaron poco a poco y
empezaron a dar vueltas a mí alrededor, mirándome fijamente. Sin darme cuenta
se me había ‘’ido’’ el vestido, intercambiándose por un sencillo pantalón corto
y una camiseta tan corta que se podría poner de sujetador.
-
Menudos muslos
te han salido – comentó Ana con asco – Son enormes…
-
¿Y estos
brazos? Cariño parecen gusanos… - Mia me levantó el brazo
-
Y mejor no
hablemos de la panza que tienes…
Intentaba no escuchar sus
críticas sobre mi cuerpo, pero todo fue imposible. Se me quedaban en la cabeza,
retumbaban en ella.
Me giraron al espejo para
que me viese bien, sin controlar ya estaba llorando. Quizás me había pasado un
poco comiendo.
-
Si vuelves con
nosotras haremos que vuelvas a estar delgada
Como en el sueño anterior
extendieron la mano, pero la volví a rechazar, no podía hacerlo.
-
¿No quieres?
Y empecé a gritar de dolor,
Mia me había clavado un trozo de cristal en el brazo, el cual me sangraba sin
parar. Todo estaba siendo muy intenso.
-
¿Seguro que no
nos quieres dar la mano?
Cogí aire y alcé la mano
para dárselo. Rocé las yemas de los dedos de Ana, prácticamente le estaba
tocando la mano, haciendo el trato.
-
¡¡ALICIA
DESPIERTA!!
Abrí los ojos de repente.
Estaba en mi cama, y Mikel a mi lado más blanco que nunca.
Intenté hablar pero no
podía, me temblaba todo el cuerpo, sudaba y estaba llorando como en el sueño.
-
No parabas de
gritar y he venido lo más rápida que me ha sido posible… pero no despertabas y
empezaste a pegar…
Nos miramos a los ojos,
las lágrimas aun no se iban, y la voz no volvía a mí.
-
Ven aquí
Nos abrazamos en silencio.
Nada más había pasado unas horas desde la fiesta y nuestro último abrazo.
Cerré los ojos al notarle
cerca, al notar como su calidez entraba en contacto con mi cuerpo.
-
Lo siento… -
pude decir al final, aun sin separarme.
-
No debes pedir
disculpas…
Suspiré y poco a poco, ya
más calmada, me separé de Mikel, el cuál me agarraba por la cintura.
-
¿Qué has
soñado?
Recordé todo, era tan
real… ese dolor, esa pena… todo.
-
No se
-
Alicia, te
acuerdas perfectamente
-
Por favor, no
quiero decirlo, ni contarlo, ni nada
Mikel quitó sus manos de
la cintura y me cogió las manos, sonriendo un poco.
-
Bueno…
tranquila, yo me voy ya ¿vale?
-
¡NO!
Le apretaba la mano con
fuerza para que no pudiese irse de mi lado. El me miraba sorprendido por mi
tono al detenerle.
-
Quédate
conmigo
-
Pero… ¿aquí?
-
No quiero
quedarme sola
Sonrió de nuevo y se tumbó
a mi lado, sin poder parar de mirarme.
-
¿Tengo monos
en la cara?
-
Me parece
raro… hace poco no nos podíamos ni ver, y ahora me encuentro durmiendo contigo
-
Ei chaval, que
si duermes conmigo es por lo que ha pasado, nada más
Decidió no comentar nada
más, pero reía en silencio. En el fondo, yo también reía un poco por todo este
cambio.
-
Duerme bien
las tres horas que te quedan – dijo Mikel ya con los ojos cerrados.
-
¿Cómo?
-
En tres horas
tienes universidad
-
Hostia,
verdad…
Resoplé y me tumbé
también, quedando los dos en la misma posición y agarrados aun de las manos.
* * *
La universidad pasó muy
rápida, tanto que no me enteré de nada de lo que explicaban los profesores.
Pero me daba igual, al menos por ahora.
Tenía en la cabeza
pensando en visitar a Wendy, puesto que hacía semanas que no sabía nada de
ella, y me preocupaba bastante.
Su casa por suerte, no
cogía muy lejos de la universidad, por lo que no debía caminar tanto.
Al llegar fue su madre la
que me abrió, y se sorprendió bastante al verme.
-
Hola, ¿Está
Wendy?
-
¿Cómo que si
está? ¿No te lo ha contado?
-
¿El que?
-
Una amiga le
ha propuesto vivir, bueno…
-
¿Dónde...?
-
En Corea del
Sur
Parte de mi se derrumbó,
esto no podía ser posible. No, tío, no…
-
Gracias… -
sonreí a su madre y me fui corriendo, furiosa con todo el mundo.
Una de mis mejores amigas
se había ido sin avisarme de ni nada, joder. Si a mi me hubiesen propuesto
vivir en Londres la primera en saberlo hubiese sido ella para que me diese una
opinión.
Ya todo estaba yendo
demasiado lejos. La llamaré, se va a cagar en todo.
Marqué su número a la
velocidad de la luz, y en un segundo ya me estaban contestando.
-
¿Hola?
Puse mala cara, esa no era
la voz de Wendy.
-
¿Quién eres? –
pregunté borde.
-
¿Quién eres
tú? – la chica contestó mucho más borde.
-
Yo pregunté
antes
-
Mira niña, que
me digas quien eres o cuelgo
-
¿Pero de que
vas tú? ¡Qué me pongas a Wendy!
Colgó. Miré el móvil con
odio y me llevé las manos a la cabeza. Hoy no estaba siendo mi día.
Al llegar al apartamento
lo primero que hice fue coger el portátil, quería buscar información sobre el
sueño de anoche.
-
¿Qué tal
estás?
Mikel acababa de llegar
también de su universidad. Dejó las cosas en la puerta y se acercó a mí. Quité
la página rápidamente, cambiándola por twitter.
-
Estás viciada
a esto… ¿eh?
-
No más que tu
Nos sonreímos. Mikel
estaba bastante cerca de mí, tanto que su respiración chocaba con la mía.
Decidí girar la cara, no
quería que pasase nada entre nosotros, ahora que estábamos bien.
-
Oye Alicia…
¿Hoy puedes dormir en casa de una de tus amigas?
-
¿Por qué?
-
Bueno… me
traigo a una amiga – al decir la palabra amiga, le puso comillas – Y no sé, me
gustaría tener intimidad.
-
Ah, claro, ya
llamaré a algunas de ellas
-
Gracias – me
dio un beso en la cabeza y llamó a alguien por el móvil, seguramente a su
‘’amiga’’.
No sé porque, pero me
había sentado como un tiro aquello. No tenía ganas de ir con una de mis amigas,
no sé porque, pero no quería.
Los ojos se me iluminaron
y se me dibujo una pequeña sonrisa. Ya que Mikel lo hacía hoy… ¿Por qué yo no?
Llamé por el móvil a la
persona que se me vino a la cabeza en el primer momento.
-
¡Hola
Jonathan! ¿Puedo dormir contigo esta noche?
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