viernes, 10 de mayo de 2013

Capitulo 1


Capitulo 1 

Me eché en la cama y solté un bufido de molestia. No quería estar allí.
Llevé ambas manos al vientre y lo palpé. ¡¿Cómo que delgada?! ¡Joder! ¡Estoy como una puta foca!.
Hice una mueca y saqué el iPod junto a los cascos. La música me ayudaba de salir del mundo en el que vivo y refugiarme en uno lleno de fantasía y sueños imposibles.

-          Estas aquí por tu culpa – me acusó Caridad, mi madre.

No contesté y busqué una canción para escuchar.

-          ¡Quítate los auriculares estúpida! – bramó con potencia.

Me los saqué sorprendida y la miré, luego dirigí mi vista al médico que estaba apoyado en la puerta, mirando estupefacto la escena.
El hombre entró indeciso.

-          ¿Eres Alicia? ¿Alicia Garrido? – preguntó mirándome fijamente.

Asentí y dirigí de nuevo la vista al iPod, solo que esta vez no buscaba música.

-          Con que anorexia… - dijo entre dientes.

Sonreí con un poco de timidez.
Levanté la vista y me sorprendí al ver como el doctor le ponía un candado al baño.

-          ¡¿Pero que hace?! – exclamé, mirando al candado y después a el.
-          Lo siento, pero es por seguridad…

Resoplé y di un pequeño golpe en la colcha. ¡Genial! ¡Seguridad ante todo!.

-          Me largo

Caridad se fue de mi habitación, quedándome sola con el doctor.

-          Tu madre debería quedarse… - comentó.
-          Que se valla, mejor para mi

El médico parecía preocupado por la situación familiar en la que me encontraba.

-          Bueno Alicia, debo recomendarte esto – pensó un poco en sus siguientes palabras - ¿Tu quieres salir del hospital?.
-          Si, claro
-          Pues si quieres salir lo más rápido posible, debes comer, y bastante.

Hice una mueca de asco. ¿Comer? ¡Puag! ¡Pero si le había cogido desprecio a la comida!.
El médico prosiguió.

-          Y tampoco debes esconder la comida ni nada, porque te la encontraremos. Ha y claro, no debes vomitar.

Suspiré. Son muchas obligaciones para mí.

-          Mira, no sabemos que harás, pero yo te recomiendo que si quieres salir cuando antes, no deber hacer ninguna de estas cosas.

No respondí. Clavé mis ojos en la ventana con nostalgia.
Escuché unos pasos y supuse que acababa de quedarme sola en la habitación.
Me percaté que había otra cama, y que esta estaba llena de cosas, por lo que tendría una compañera de habitación.
Me levanté y miré de soslayo la puerta del baño. Tengo ganas de vomitar y no puedo entrar, menuda putada.
Miré la vestimenta que llevaba. Unos pantalones negros de chándal ajustados a los muslos y una camiseta de mangas tirantes blanca.
Me parecía increíble que la camiseta me estuviera bien, después de la gorda que estoy.
Salí de mi habitación y decidí dar una vuelta por el hospital, mi hogar probablemente, en varios meses.
Me sorprendí al ver a tantas chicas con anorexia o algún tipo de trastorno alimenticio por la zona. ¿Y lo chicos?, ¿Y los grupos del hospital?.

<<Creo que has visto mucho ‘’Pulseras rojas’’>> pensé.

Pulseras rojas… ¿Qué decir? Estoy enganchada a la serie, ¡Me encanta!.
Pero sin embargo, no soy una loca de esas fan que no deja en paz a los actores.
No soy tan gilipollas…
Me entró uno de esos mareos que me acosan normalmente. Ya no me asusto por ello, estoy acostumbrada.
Aun así, no me acostumbraba al malestar que sentía.
Me senté en un banco y suspiré, agachando la cabeza y mirando el suelo.

-          ¡No me lo puedo creer!

Una chica acababa de gritar al lado mía, haciendo que me asustará y pegara un pequeño bote en el asiento.
La fulmine con la mirada y me levanté gruñendo.

-          ¡¿Te has enterado?! – me preguntó de repente dando saltitos de emoción. Parecía que no se había dado cuenta de que me había molestado.

La observe mejor y me percate de que, al igual que yo, estaba anoréxica.

-          ¿De que? – respondí controlando el mal genio que tenía en esos momentos.
-          ¡Los pulseras van a venir al hospital! ¡Y exactamente a nuestra planta!

La miré confundida. ¿Los pulseras? No entiendo…

-          ¿Qué pulseras?

La chica me miró horrorizada. Se llevó las dos manos a la boca y se tragó un pequeño grito.

-          ¡¡¿No sabes quienes son los Pulseras Rojas?!!

Ahora caí en que se refería.

-          ¡Ah ya! ¡Pulseras rojas!

La expresión de la chica cambió a total tranquilidad.

-          ¿Y cuando vienen?

La verdad es que no me interesaba, pero al menos tendría algo de que hablar.

-          ¡Dentro de una semana! ¡Que nervios! ¡¡En cuanto vea a Mikel y a Alex me moriré!!

Le sonreí. Esta tía está LO-CA.

-          Bueno… yo me voy a mi habitación…

Me di la vuelta dispuesta a alejarme de esa chica lo más rápido posible.

-          ¡Espera!

La miré con gesto de fastidio.

-          ¿Quieres venir a vomitar?

El gesto me pasó a sorprendida y ha agradado.

-          ¿Cómo? Mi baño está cerrado y el tuyo seguramente también lo estará…
-          Ya, pero podemos ir al público. ¿Quieres venir?

Le sonreí, esta vez agradada y me acompañó al baño público.

-          Cada vez que quieres ir a vomitar ve al público – me informó a la vez que ponía cara de asco al pasar al lado de una bandeja llena de comida.

Llegamos al baño y cada una se fue al retrete correspondiente.
La sensación fue genial. Necesitaba vomitar y no sabía que iba a hacer.
Tiré de la cadena y me dirigí a lavarme las manos.
La chica ya había salido antes y acababa de lavárselas.

-          ¿Cómo te llamas? – preguntó mirándome fijamente.
-          Alicia, ¿Y tú?
-          Teresa

Me sonrió. Ahora no parecía tan loca como hace unos minutos.

-          ¿De que habitación eres? – siguió preguntando.
-          La 119

Teresa abrió los ojos y soltó una pequeña risa.
La observé extrañada.

-          ¿Qué?
-          ¡Que yo también soy de la 119!

Ahora la que soltó una pequeña risa fui yo. Solo que mi risa era nerviosa.

-          Ah, pues vaya… somos compañeras…

Le sonreí forzadamente y dirigí la vista a las uñas descoloridas.

-          ¡Que guay! – exclamó la otra dando pequeños saltos - ¡¡Vamos a la habitación que te quiero enseñar unas cosas!!

No me dio tiempo a reaccionar, cuando Teresa me agarró del brazo y tiró de mí hacia la salida del baño.
La chica corría muy rápida a pesar de estar tan baja en fuerzas.
Al llegar a la habitación, resoplé y me tiré a la cama. Pero Teresa me levantó y me dirigió a la suya.

-          Teresa… ¿Qué pasa?
-          ¡Mira!

Sacó de entres unos cuadernos fotos de Mikel Iglesias, Alex Monner, fotos de Pulseras Rojas…

-          Eh… Que chulo – dije con la voz entrecortada.
-          ¡¡A que son guapísimos!! ¡Me voy a morir! ¿A ti quién te gusta más?
-          Eh…
-          ¡¿Te gusta Pulseras Rojas?!

Asentí rápidamente.
-          ¿Y quién es tu favorito?
-          Pues no se… a mi los actores estos no me interesan…

Teresa se llevó una mano a la cara, haciendo como si se desmayara.

-          Pero al menos, habrá uno que te parezca más guapo que el otro… ¡¡¿Quién es?!!

Miré a los chicos detenidamente.

-          Pues supongo que Mikel…

Teresa gritó de entusiasmo y me abrazó.

-          Oye Teresa, ¿Tu cuantos años tienes? – pregunté sorprendida.
-          ¡Catorce!

Me lo suponía, esta tía tenía que estar sobre esa edad.

-          Oye… que estoy muy cansada, que me voy ha echar una siesta

Teresa asintió y si tiró en su cama con energía.
Me tumbé en la mía y le di la espalda, para poder dormirme tranquila.

No hay comentarios:

Publicar un comentario