jueves, 16 de mayo de 2013

Capitulo 3


-          ¡¡Mikel Iglesias no paraba de mirarte!! – gritó Teresa eufórica.
-          ¿Y? Que me mire todo lo que quiera… – contesté con voz de pasota.
-          ¡¡Pero que suerte que tienes!! ¡A mi ni siquiera me dirigió una pequeña miradita!

Suspiré y me tapé los ojos con una mano. Con el mal humor que tenía, como que ahora me viniera la niña esta a darme la lata.

-          ¡¡Pero es que es tan guapo!! ¡Pero Alex Monner me sonrió cuando cogí el bizcocho! ¡Y…!
-          ¡¡Te quieres callar de una puta vez!!

El grito se escuchó bien fuerte. Teresa me miró mal y por suerte se calló, yéndose a su cama indignada.
Una enfermera entró preocupada.

-          ¿Y esos gritos?
-          Ella es la que grita… - dijo Teresa con voz de enfadada.
-          ¡Ella que es muy pesada, hablando todo el día de sus ídolos!
-          ¡Eh! ¡A Mikel y Alex un respeto!
-          ¡Voy a respetar a quien me de la gana!

Teresa me tiró un cojín a la cara, intentando provocarme.
Lo cogí y se lo tiré con fuerza, haciendo que se enfadase más y me lo devolviera.

-          ¡¡Chicas, chicas!!

La enfermera se puso entre nosotras justo cuando Teresa estaba cogiendo un vaso que tenía en la mesa.

-          ¡Estaos quietas! ¿Me escucháis? ¡QUIE-TAS!

Resoplamos.
La enfermera salió murmurando enfurecida y nos quedamos solas.
Teresa me dirigió una mirada de odio y cogió el móvil para jugar un poco.
Yo, en cambio, saque el iPod y me puse a escuchar música.
Un poco de Avril Lavigne no vendría nada mal…
Recibí un mensaje por el móvil.
Lo cogí y miré a ver quien me lo había enviado.
Hice una mueca.
Sonia me estaba enviando un mensaje diciendo que ya pasaba de mi, pero que aun así que me seguiría hablando.
Le contesté con rapidez y envié el mensaje.

-          La semana que viene también vienen los pulseras… - oí comentar a Teresa de lejos.

No contesté. Me daba absolutamente igual que vinieran o no.

·  ·   ·


-          ¡Alicia, más te vale haber engordado algo! – protestó la doctora.

Acababan de encontrar comida guardada en unos de los cajones de la mesita de noche de la habitación. Me había metido en un buen lío.

-          ¡Te avisamos de que encontraríamos la comida que guardases!

No contesté, no valía la pena.
Teresa reía apartada en un rincón, mirando divertida la escena. Aun estaba un poco enfadada por lo de la otra vez; pero me da igual, si no me habla, menos me molesta.

-          Y Teresa, mañana también te pesas con ella, así que más te vale haber engordado

La chica paró de reír, poniéndose seria al instante. Se puede decir que le tiene fobia a la bascula. Esta vez la que reí fui yo.
La doctora puso los ojos en blanco y se fue de la habitación, ya cansada de nosotras dos y nuestras peleas.

-          Tu no te rías, que las has cagado – replicó Teresa
-          Mira quien fue hablar…
-          Yo seguramente habré ganado kilos por el bizcocho de la otra vez

Solté una carcajada estridente.

-          ¡Por uno que te comieras no vas a engordar 3 kilos!
-          ¿Y?, al menos esta semana no he ido a vomitar, tu en cambio has ido por cualquier cosa pequeña que te tragases…

Me encogí de hombros. Me da absolutamente igual que haya perdido o ganado kilos.
La verdad es que no le veo muchos problemas a mi peso. No me encuentro ninguna enfermedad.

-          Y mañana nos pesaremos después de que los pulseras vengan a hablar, así que seguro que el bizcocho me dará ventaja
-          Seguro que no
-          Seguro que si, además, tu al menos deberías probarlo
-          Paso, estoy demasiado gorda como para comer todas esas calorías
-          Pues yo te veo delgada
-          Igual que yo a ti

No hablamos. Las dos al mirarnos al espejo nos vemos gorda, a diferencia de los demás, que al mirarnos ven dos esqueletos andantes.

-          ¿Irás a la charla? – preguntó con un hilo de voz.
-          No me quedará más remedio…

Teresa calló unos instantes. Pero prosiguió hablando.

-          ¿Te puedo preguntar una cosa? – parecía algo tímida.
-          Ya me acabas de hacer una pregunta… pero bueno, dime
-          ¿Por qué tus padres nunca te visitan?

Reí, sorprendiendo mucho a Teresa, que pensaba que tendría una reacción contraria a esta.

-          No nos llevamos bien, piensan que solo soy una niñata de 16 años que no vale la pena
-          Y… ¿No te molesta?
-          Una se acaba acostumbrando y es… como si fuera lo normal. Además, tienen razón
-          Anda ya, si tu vales la pena
-          No, no valgo nada

Y no hablamos nada más, dando por zanjada la conversación. Y de alguna manera extraña, haciendo las paces y olvidando lo de los últimos días.


·  ·  ·

Saqué maquillaje de la mochila y le di un poco de todo a Teresa, en el fondo, con un poco de ilusión.
La chica, al parecer, quería pintarse la cara para parecerle más guapa a los pulseras; diciendo que muchas chicas iban a ir así.

-          ¡También te puedes pintar tú! – sugirió mirando fijamente un lápiz de ojos azul.
-          Da igual, solo me maquillo cuando salgo a la calle
-          ¡Sosa!

Le di un cate amistoso a la vez que reía. La conversación de ayer nos había hecho algo más amigas.

-          ¿Y como te pinto?
-          Pues me haces la raya en el ojo, me pones rimel, me pintas los labios de un rosa coral flojo y le pones brillo… ¡me quitas las ojeras por favor! Y me pintas el parpado de negro
-          Qué fácil me lo pones chica. En mi instituto, tengo una amiga que se llama Ángela que maquilla de puta madre.
-          ¿Te ha pintado alguna vez?
-          Una, cuando fui a una boda, y todos los primos del novio intentaban ligar conmigo.

Reímos las dos. Es cierto, y los primos eran bastantes guapos. Pero en ese momento solo tenía ojos para un gilipollas.
La maquillé tal y como ella me pidió. Al final quedó guapísima, a pesar de lo mala que soy maquillando.

-          ¡Muchas gracias, Ali!
-          De nada mujer, a ver si te ligas a alguno de ellos…
-          ¡A Alex Monner!

La miré divertida.

-          ¡Pero si es muy mayor para ti!
-          ¿Y? Para el amor no hay edades…
-          Mejor Nil, que tiene tu edad

Se lo pensó unos instantes.

-          Pues mira, Nil también es muy guapo

Le saqué la lengua y murmuré ‘’Adolescentes salidas’’.
Teresa al escucharme me hizo el corte de manga.

-          ¿Y tú no te ligarías a ninguno?
-          Primero los conozco, y si me gustan pues…

No acabé la frase, no hacía falta.
Salimos al pasillo, y en efecto, muchas chicas iban maquilladas.
Algunas incluso llevaban tacones y vestidos muy ceñidos y excesivamente cortos.

-          Tu comparada con ellas, eres una chica muy normal

Teresa me dio un codazo y andamos más aprisa.
No pude evitar sentirme algo incomoda. La mayoría de las chicas iban maquilladas y muy monas vestidas.
Yo en cambio, iba con un chándal de Adidas, una cola alta normal y cero maquillaje.
Teresa al notarlo, me dio unas palmadas.

-          Vas muy mona, tu tranquila
-          Si claro, muy mona…

El chándal era chulo, pero comparado como van las demás, soy una mierda.
Esto nunca lo he podido evitar. Siempre me he sentido peor que todos y todas. Mi autoestima es bajísima, y eso me da muchos problemas.
Otra vez llegaron los gritos y los ‘’OS QUIERO SOIS MI IDOLOS’’ o ‘’MIKEL PIVÓN’’.
No tenía ganas de escuchar otra vez a Joana.
Empezó a hablar, mucho más tranquila que la otra vez, sin menos nervios.
En media hora terminó, y como la otra vez, pusieron una bandeja llena de bizcocho.
Todas se levantaron para coger los trozos, aunque más bien querían ver a sus ídolos.
Me levanté y me separé de todo el barullo. No voy a coger ninguno.
Apoyada en una columna, cerré los ojos y dejé mi mente vagar por un universo paralelo al que vivo.

-          Deberías comer

Abrí los ojos confusa, y más confusa me quedé al ver quien me hablaba.

-          ¿Disculpa?

Me puso un trozo de bizcocho delante de la cara.

-          Que deberías comerte al menos este trozo de bizcocho

Hice una mueca de desprecio y desvía la mirada.

-          Lo siento pero paso

Oí como resoplaba frustrado.

-          Al menos un bocado pequeño
-          No pierdas el tiempo conmigo y vete con tus fans, que te echarán de menos
-          Lo siento pero paso

Le miré a los ojos, sabía perfectamente que me acababa de imitar. No me importa que me imite, pero jode un poco el tono con el que lo había dicho.
Me puse frente a el con cara de mala leche.

-          Oye Mikel…
-          ¿Sabes quien soy?
-           Es lógico, ¿No?

Sonrió un poco.

-          Bueno, si no quieres comer, allá tu.

Le miré entre sorprendida y agradecida por no presionarme tanto.
Me miró de arriba abajo, esbozando una pequeña sonrisa.

-          Vas muy guapa

Me ofendió. Nunca me ha gustado el sarcasmo, y menos de ese tipo.
Al ver mi cara cambió la sonrisa.

-          Oye que te lo decía en serio

Arqueé una ceja.

-          ¿Prefieres a una chica toda despeinada con un chándal, que a otra con un vestido corto y ceñido con escote?
-          Bueno, depende, si es en una discoteca pues lo segundo. Si es un hospital, pues lo primero.
-          No te entiendo…
-          Que esas van así por el hospital para llamar la atención
-          VUESTRA atención

Destaqué la palabra vuestra con un tono alto de voz.

-          Además, tu estás muy guapa vestida así
-          Ya, claro…
-          Que si, en serio, eres muy guapa

No contesté, pero se me vino una idea a la cabeza que me hizo reír.

-          ¿De que ríes?
-          ¿Estás ligando conmigo?

Mikel se puso rojo al instante, dándome a entender que sí.

-          Ligo en todos lados, ¿Vale?
-          Ya, ya…

Un chico se acercó a nosotros.

-          Mikel tenemos que irnos a la planta tres, los chicos con cáncer – dijo Alex resoplando, seguramente huyendo de algunas fans.
-          A si, claro – Mikel me miró y me sonrió – Nos veremos la semana que viene entonces
-          Claro, hasta la semana que viene

Le devolví la sonrisa y me di la vuelta para irme a la habitación.

-          ¡Alicia, espera!

Mi doctora junto a Teresa, me miraban impacientadas.
¡No me acordaba de que me tenía que pesar!
Mikel y Alex miraban sin saber que hacer.
Fui hacia ella con prisas y me puse al lado de Teresa.

-          ¿Has comido bizcocho? – preguntó al percatarse de la presencia de Mikel y Alex
-          Si – mentí rápidamente, mirando de reojo a Mikel.
-          ¿Ha comido bizcocho? – esta vez se lo preguntó a los otros.

Los miré con súplica, pidiendo que me encubrieran.

-          Si, ha comido – respondió Mikel con la voz ronca.
-          Bien, así me gusta, a ver que tal son los resultados

Le lancé una mirada de agradecimiento a Mikel y seguí a la doctora hasta su consulta.
Las tres entramos y nos dirigimos al peso.

-          Teresa, tu primero

La chica, muy nerviosa, se quitó los zapatos y, cerrando los ojos, se colocó encima de la báscula.
Los abrió y se quedó paralizada: había engordado 1’5 kilos.
No sabía si reír por estar recuperándose, o llorar por estar más gorda.

-          Bien hecho Teresa

Se quitó de la báscula y suspiró, eliminando la tensión y sonriendo de felicidad.
Esta vez me monté yo, con los nervios a flor de piel.
Miré el peso y no supe que hacer.
La doctora me miró severa y enfadada por mi peso. He bajado un kilo.

-          Bajando kilos, ¿eh?
-          Yo… no sé que ha pasado…
-          Qué has escondido comida y has vomitado, eso pasa

No respondí.
Me quité de la báscula y salí de la consulta casi corriendo, con unas extrañas ganas de llorar.
Por primera vez, he querido engordar, y todo por un puto piropo de un desconocido.

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