Prólogo
Sus palabras no cesaban de
repetirse en mis oídos cada hora, cada minuto, cada segundo y cada día…
Esas palabras que tanto
daño me hicieron y que me cambiaron la vida con brusquedad.
<< Eres una mierda,
una tía a la que nadie nunca va a querer, ¡No eres nada! ¡¿Pero has visto tu
físico?! ¡Muérete! >>.
Si cualquier persona me
hubiera dicho eso, le hubiera dando una bofetada y de paso, le mandaría a la
mierda.
Pero cuando eso te lo dice
un ser querido, es inevitable sentirse mal.
Mirarse al espejo y
repetirse esas palabras una y otra vez, hasta acabar creyéndolas.
Llorar sin parar, aun
sabiendo que eso no sirve de nada. Refugiarse, sentirse débil, enfadarte
contigo mismo…
Siempre me miraba el
físico. Soy fea, o al menos, así me veo yo.
Mis amigos dicen que soy
guapa, pero ellos son mis amigos, ¿Qué me van a decir?.
No tengo buena relación
con mis padres. Soy la más pequeña de la familia, la más detestada por primos y
hermanos…
Todos querían que fuese
‘’Doña perfecta’’. La que siempre sacará matrículas, buenas notas… pero no fue
así. Eso hizo distanciarme de mi familia.
Todo esto me abrumó, por
lo que acabé rechazando la comida.
La ansiedad y el estrés
aumentaban, volviéndome cada vez más loca.
Hasta empecé a vomitar
para adelgazar algo, y la verdad, es que hacer eso me hacía sentirme bien.
Ya apenas comía, y la
tristeza me inundó por completo. Ya nadie podía hacer nada, ni siquiera mis
amigos…
Cogí tal depresión que
adelgacé bastante, quedándome en la anorexia.
No me quedó más remedio que entrar en el hospital…
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