-
Te voy ha
echar de menos… - dije en voz baja.
-
Vendré a
verte, tu tranquila – aseguró dándome un abrazo.
-
Ya, claro…
-
De verdad que
lo haré.
-
Teresa, quien
sale del hospital no vuelve, está más que claro…
-
Alicia, te
juro por Mikel Iglesias y Alex Monner que vendré ha visitarte.
-
Vale, vale, te
creo
Reímos
y nos abrazamos de nuevo.
-
Ya verás que
dentro de nada saldrás tú también – murmuró.
-
Eso espero…
Nos
sonreímos y la acompañé hasta la puerta de la habitación.
-
Nos veremos
más pronto de lo que piensas – dijo antes de darse la vuelta e irse con sus
padres, que la esperaban al final del pasillo.
Observe
como se iba con pasos gráciles.
La
iba ha echar mucho de menos, ha sido mi compañera de habitación estos meses, y
uno de mis apoyos.
Hoy
también me tenía que pesar, y no tener a Teresa a mi lado me daba un poco de
miedo.
Sé
que he engordado, pues he comido bastante y no he vomitado ni una sola vez;
aun así, no es agradable subirse a una báscula que marca tu futuro.
Recordé
el día de ayer, justo cuando Mikel me iba a besar y entró Teresa dando gritos.
Cada
vez que pensaba que nos podíamos haber besado me entraba un pequeño odio hacia
mi amiga, pero no era su culpa, la chica no sabía nada de lo que estaba pasando
dentro.
¿Y
por qué no paraba de pensar en Mikel? ¿No me estaré enamorando?
Es
imposible que me enamorara de el, apenas le conozco, y el a mi.
Bueno,
el ya me conoce más que todos mis antiguos ‘’amigos’’ juntos, así que…
Aunque
decir verdad, de Sergio me enamoré nada más conocerle, ¿Por qué no de Mikel?
No
sé, es tan buen chico conmigo, tan amable, tan atento…
Sentí
mariposas en el estómago. Mierda, siempre me pasa eso cuando me enamoro de
alguna persona.
Me
senté en una silla y miré la habitación entera, con la cabeza en otra parte.
-
¡Alicia! ¡Qué
te tienes que pesar!
Volví
a la realidad, pues la enfermera me acababa de tirar un cojín.
-
¡Ei! – me
quejé frotándome la cabeza.
-
Venga vamos,
que te están esperando
-
Que si, que ya
voy…
Me
levanté y salí de la habitación con mucha indignación.
Llegué
a la consulta y me puse delante de la báscula, sin que mi doctora me dijera
nada.
-
Doctora
Marcos… estoy aquí – dijo al cabo de un rato.
-
¡Ah, perdona!
Se
levantó de su sillón y me midió las caderas, que me habían ensanchado un poco.
Me
coloqué encima de la báscula, mirando como iban subiendo los números.
-
Venga ya… -
murmuré perpleja.
-
Alicia… ¿Qué
llevas?
-
¿Perdona?
La
doctora empezó a registrarme.
-
¡Que haces!
¡Ese es mi peso!
-
¡¿Has
engordado seis kilos?!
-
Hombre, me he
hartado de comer
-
Madre mía…
Me
bajé sonriendo y pegué un pequeño salto, lleno de emoción e ilusión.
-
Te estás
recuperando muy bien – me felicitó anotando en su agenda mi progreso.
-
Si cuando yo
me lo propongo…
Recibí
al segundo un mensaje por el móvil.
Lo
abrí con un poco de curiosidad y me puse roja, para reír luego después.
``Hoy me
han contado que te pesabas, ¿Ya lo has hecho?
¿Qué tal
los resultados? Contéstame guapísima.
Es muy
importante para mi saber que te estás recuperando cielo.
Un beso,
te quiero. Mikel’’
-
Ya te puedes
ir Alicia – dijo la doctora, mirando al frente en vez de mirarme a mi.
-
Gracias
Salí
sonriendo pero me topé con alguien inesperado.
-
¿Qué haces
aquí?
-
¿No te alegras
de verme?
-
Eres un loco
Mikel…
Le
abracé riendo, con ilusión al verle de nuevo.
-
¿Qué tal el
peso?
-
¡Engorde seis
kilos!
Mikel
me miró sonriendo y alucinado. Seis kilos es mucho.
-
¡Sabía que los
conseguirías!
Me
abrazó de nuevo, esta vez con mucha más fuerza.
-
¿Y cuánto
pesas en total?
-
Pues 44 kilos,
y debería pesar 52.
-
¡Oye, que te
queda menos para estar recuperada!
Sonreí.
-
Pero dime,
¿Por qué has venido a verme?
-
Quería saber
si te estás recuperando, si estás bien por ese cabrón… - hizo una mueca al
recordar a Sergio – Y que de todas formas tenía muchas ganas de verte.
-
No te tendrías
que haber molestado…
-
Cuidado que
por tus quejas me quedaré más tiempo molestándote
Le
di un codazo flojo, divertida y riendo un montón.
-
¡Shhh! ¡Qué
nos mira la gente! – rió también Mikel.
Me
cogió de la mano y me llevó a otro lugar, escuchando por detrás mi fuerte risa.
Al
poder ver un poco, pues por culpa de la risa se me habían saltado las lágrimas,
comprobé que me había llevado a la terraza que hay en el hospital.
No
podía parar de reír, y más bien era por los nervios de estar con el. ¿Enamorada,
quizás?
-
¿En serio que
no puedes parar?
Negué
con la cabeza, tapándome la boca con la mano.
-
Utilizaré este
truco contigo para parar la risa ¡Qué sepas que eres una privilegiada!
No
obtuvo respuestas, solo más risas nerviosas.
-
Quita la mano
de la boca…
Obediente,
la quite, intentando mantener la boca cerrada.
Le
miré unos momentos a los ojos pero me sorprendí al ver que se acercaba
rápidamente hacia a mi.
Paré
de reír en cuanto unió sus labios con los míos.
Ninguno
nos separábamos el uno del otro, manteniendo el beso por mucho más tiempo.
Me
agarró de la cintura y me junto un poco más el, quedando al punto de no poder
acercarse más.
Seguí
el movimiento de sus labios, perdiéndome en ellos.
Nos
separamos unos centímetros, ya que nos habíamos quedado sin aire.
Juntó
su frente con la mía, notando como su respiración iba y venía con rapidez.
-
Ayer nos
interrumpieron… - dijo en un susurro – no me podía quedar así
No
respondí, mantenía los ojos cerrados, notándolo cerca de mí.
Me
volvió a besar, esta vez dejando toda la ternura de antes, para pasar a los
besos salvajes, a los mordiscos cariñosos en la lengua, a recorrer cada
centímetro de mi boca.
Expresando
de aquella manera todo lo que sentía por mi.
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